miércoles, 29 de agosto de 2012

Un Mundo Sin Miedo (6)

Capítulo 5
Un Nuevo
Comienzo

Esto no podía estar pasándome a mí, yo solo era una chica normal, no podía ser una “mensajera”, me parecía algo totalmente imposible.
Demonios, guardianes, pegasos… Todo lo que creía conocer comenzaba a perder todo su sentido. Todavía no sabía si todo esto era real, o simplemente estaba loca por tener este tipo de sueños y creérmelos.
Mientras yo seguía rompiéndome la cabeza, aquella chica que decía ser yo, que pretendía darle un vuelco de trescientos sesenta grados a mi vida, estaba allí sentada delante de mía, siempre con su yegua Noche al lado, era como si después de aquella impactante historia sobre los mensajeros y el origen de la primera elegida de Luna, estuviese esperando a que mostrase alguna emoción a mayores de la de confusión.
No sabía que decir, para mí todo esto eran demasiadas emociones de un golpe, no sabía qué hacer, así que decidí que fuese ella la que pronunciase la primera palabra, y creo que se dio cuenta de ello…
-          Han pasado siglos desde la aparición de la primera mensajera de Luna, pero cuanto más avanzan, mayores son sus fuerzas y superior es el equilibrio de su alma, pues la sabiduría y las habilidades de las enviadas por la guardiana de la noche se va heredando, por ello, siempre se van haciendo cada vez más fuertes. Tú has sido elegida por Luna desde el momento de tu nacimiento. Eres la más fuerte de todas las guardianas de la noche que han existido, es tu destino…
-          Pero… Yo no estoy preparada para algo así. Solo soy una chica corriente, alguien que siempre pasa desapercibida. No  me hago notar ni al hacer amigos. No soy nadie.- Cuanto más recordaba mi espantosa vida, mayores eran mis ganas de llorar. Siempre me había sentido fuera de lugar.
El silencio volvió a invadir todo aquel lugar, yo estaba a punto de dejar salir mis lágrimas. Ella seguía mirándome con sus impactantes ojos, pero no lo hacían con intensidad y firmeza, sino que más bien eran ojos de comprensión, compasión y alegría. Aquella mirada era para mi alma como una fresca brisa en el agotador desierto.
-          Cuanto más hablas, más confirmas tu identidad. No tenemos mucho tiempo, tienes que darte cuenta de una vez de que tú ya no eres Ana, sino que eres la actual mensajera de Luna. Todo cuanto conoces ha cambiado, tendrás que abandonar toda tu vida para cumplir tu misión, es el destino que la guardiana ha elegido para ti.
Esas palabras me marcaron, ¿tan importante era realmente todo aquello? Y lo de abandonar toda mi vida, aunque no fuese perfecta, me aterraba. No estaba lista para afrontar algo de esas magnitudes, la verdad es que ahora mismo comenzaba a tener miedo.
Sabía que todo esto podría traerme problemas, pero… ¿Qué otro remedio me quedaba? La verdad es que todo aquello me confundía y me sorprendía al mismo tiempo. Hacía ya muchos años en los que había dejado de creer en ese “Dios” supremo que todo lo sabe y todo lo puede, que tan solo es bondad; y ahora, de un día para otro, descubro que realmente había algo, que no estaba sola. Todo me cuadraba mejor: seis, no uno, no son perfectos, pero si compasivos, no son todopoderosos, pero se ayudan entre sí. Cuanto más pensaba en ello, más me iba convenciendo a mí misma de que todo esto era una realidad.
-          Tienes que irte, está a punto de amanecer, coge lo justo y necesario para emprender el viaje, mañana partirás hacia tu nuevo hogar. A partir de aquí seguirás sola.
-          ¿Cómo? – La idea de quedarme sola me aterraba. – Pero, ¿cómo sabré a dónde ir? ¿Qué debo hacer? – La cabeza se me llenaba cada vez de más y más dudas.
-          Lo sabrás, estate tranquila, ahora debes reunirte con los otros mensajeros, ellos te reconocerán en cuanto te vean. Te deseo mucha suerte, y que el poder de Luna te acompañe…
-          Espera!...
Nada, en un abrir y cerrar de ojos había vuelto a mi asqueroso mundo real.
Mis padres no estaban en casa, pues era sábado y siempre bajan por las mañanas al mercado. Eran las once y media, pero aun así me apresuré a coger mi mochila y comencé a prepararla para que todo estuviese a punto cuando llegase el momento de partir.
La cantimplora con agua, el pañuelo, un cuchillo pequeño de la cocina, mi diario y mi pluma iban a ser las únicas cosas que llevaría en la mochila, pues a lo que a comida se refiere, ya la iría  consiguiendo por el camino si la necesitaba.
Faltaba muy poco para la media noche, mis padres ya estaban profundamente dormidos, así que aproveché la ocasión, me puse las botas de montaña y cogí la mochila ya preparada. Abrí la puerta de mi habitación y sigilosamente caminé por el pasillo hasta salir de la casa. Nadie se había dado cuenta de mi escapada, así que aproveché el momento y me eché a correr lo más lejos posible antes de que alguien me echase en falta.
De repente vi algo que me hizo frenarme en seco, había pasado cientos de veces por aquella zona y jamás había visto aquel maltrecho camino, el cual parecía ser la entrada a un frondoso bosque. En el fondo sabía que todo aquello era una locura, pero había llegado demasiado lejos como para echarme ahora atrás, así que decidí adentrarme en la espesura. A penas había dado unos pasos cuando pude fijarme que la entrada del bosque había desaparecido, no había salida, por lo que no nos quedó más remedio que el de seguir avanzando. Cuanto más me adentraba, más me sorprendía aquel lugar, el olor a menta fresca y las luciérnagas que mostraban su cálida luz a plena noche… Aquel lugar parecía mágico.
Tras dos largas horas de caminata, el bosque desapareció para darle paso a una hermosa laguna, la cual reflejaba la belleza de la luna en sus cristalinas aguas. Poco fue el tiempo que tardé en darme cuenta de que a las orillas del lago se encontraba un pequeño objeto brillante, y pude comprobar que trataba de un bonito colgante, de lo que parecía ser oro, con forma de luna, así que, me lo pude, y seguí mi camino sin rumbo.
Avanzaba sin descanso, pero a pesar de todo, las piernas me pedían una tregua, no estaba acostumbrada a trayectos tan largos, así que decidí sentarme a descansar en un viejo tronco al que el viento debió derribar tiempo atrás… De pronto, escuché un extraño ruido entre los arbustos, estaba aterrada, fuese lo que fuese venía hacia mí y yo no sabía qué hacer, así que me levanté y eché a correr, solo podía rezar porque aquel ser no me alcanzase, pero un bache en el camino me impidió continuar, cayéndome al suelo y golpeándome la cabeza en una roca. Comencé a temer por mi vida, no tenía fuerzas para levantarme, solo me quedaba resignarme a mi destino, pero, de repente, se alzó el silencio, ya no se escuchaban los pasos de aquel ser, y como salida de la nada, apareció ante mí una misteriosa chica vestida con una túnica similar a la de un monje, pero era distinta, ya que estaba adaptada con una especie de armadura en los hombros de color violeta y un cinturón del mismo color, el cual llevaba unas pequeñas bolsitas de cuero negro. No pude ver mucho más, los parpados me pesaban y todo comenzaba a verse de color negro…

Me dolía mucho la cabeza, todo me daba vueltas, al menos seguía estando viva, pero aun así, seguía desconcertada, no sabía dónde me encontraba, nunca había estado antes en aquel lugar. Era como un pequeño dormitorio, todo e madera, tanto el suelo como las paredes, era un sitio bastante humilde, solamente había un escritorio, un armario y la cama en la cual me encontraba. La instancia estaba muy poco iluminada, a pesar de ser plena tarde, la luz casi no entraba por la ventana y la única luz que tenía era la de unas cálidas velas azules que ya casi estaban terminadas.
De pronto se abrió la puerta, volví rápidamente a hacerme la dormida, pero pude fijarme que la persona que entraba era aquella misma chica que viera la noche anterior en el bosque, todavía llevaba aquella extraña túnica, tenía curiosidad por saber quién era, pero algo sucedió, una especie de brisa entró en la habitación, apagando así todas la velas y cerrando la ventana que permitía la entrada a un escaso haz de luz. No podía ver nada, no sabía que estaba ocurriendo, solo escuchaba ruidos de pasos y de algo metálico. Sentí como si alguien se sentase en la cama en la que me encontraba, solo podía cerrar los ojos…
-          Tranquila, no te voy a hacer daño, estás a salvo. - Su voz era serena, pero aunque me costase confiar, no me quedaba más remedio que creer en su palabra.
-          Pero… ¿cómo supiste que estaba despierta? - Yo seguía sin abrir los ojos.
-          No lo sabía, solo confiaba en ello, ahora, abre los ojos.
-          Da igual que los abra o no, estamos totalmente a oscuras, no voy a ver nada.
-          El poder de la guardiana de la noche y la oscuridad reside en ti, tienes dones únicos con los que nunca imaginaste, confía en mí…
Poco a poco fui abriendo los ojos, y mi sorpresa fue cuando descubrí que podía ver con total nitidez, la única diferencia era que lo veía todo con un tono mucho más azulado. Era algo increíble, pero cuando iba a incorporarme ella me agarró del hombro, dejándome así inmóvil.
-          ¡No! Espera, ponte esto.
En sus manos había lo que parecía ser un pasamontañas, me lo puse, y al final me soltó, cuando me erguí pude comprobar que aquella chica ya no llevaba puesta la capucha de su atuendo, en su lugar poseía un imponente casco metálico, el cual llevaba unas grandes alas a los laterales y le cubría toda la cabeza, tan solo se podían observar sus impactantes ojos violetas y gran parte de su plateada melena.
-          ¿Para qué el pasamontañas?
-                     Los mensajeros nunca muestran su rostro, ni tan siquiera entre ellos, así evitamos traiciones o cualquier tipo de riesgo relacionado con nuestra identidad.
-                     ¿Nuestra? ¿Acaso tú también eres una mensajera?
-                     Así es, soy la mensajera de Aura, guardiana de los vientos. Aunque aquí nos identificamos con el nombre de nuestro guardián, así que puedes llamarme simplemente Aura. Por cierto, es un honor conocer al fin a la mensajera de la guardiana de la noche, bienvenida Luna.
Después de todo lo ocurrido, el mero hecho de que me identificasen con una mensajera ya lo tenía asumido.
-          ¿Y cómo has sabido quién era? Si no te he visto en mi vida.
-          Por tu colgante.- En ese mismo instante me acordé del colgante con la luna que llevaba puesto, intenté quitármelo, pero el cierre había desaparecido, todo esto era una locura.- Ese es el símbolo de toda enviada de Luna, es como una marca, es el amuleto que te identifica y te protege.
-          -Valle, ¿pero a qué viene tanto secretismo? Quiero decir, ¿ese casco es necesario?- Lo que dije debió de resultarle gracioso, pues esbozó una pequeña sonrisa.
-          No, esta es como mi armadura, mi uniforme por así decirlo, entre estos muros utilizamos las túnicas, pero fuera nos vestimos con otras prendas como esta. Cada mensajero tiene su propia y equipo, no hay dos iguales, y siempre con nuestro armamento.
-          ¿De verdad? ¿Incluso yo?
-          Por supuesto, la tuya no es la que más proteja precisamente, pero es la que más libertad de movimiento ofrece, y eso las mensajeras de Luna siempre han sabido aprovecharlo muy bien. Puedes ponértelo ahora si quieres en vez de ese pasamontañas. Se encuentra en ese armario de la esquina.

Lo abrí y no podía creer lo que estaba viendo, aquello era como una gran sala de entrenamiento: cuerdas, sacos de boxeo, muñecos de combate, cuerdas que atravesaban la habitación… Aquello parecía preparado para un entrenamiento militar. Estaba absorta en aquel lugar, hasta que Aura rompió con el silencio…
-          Allí en las vitrinas del fondo, allí encontrarás tu equipo.
Era cierto, allí estaba, pero ante mi sorpresa, me di cuenta de que ese atuendo me sonaba de algo: el sombrero, los guantes, el pañuelo, las botas, los pantalones y la blusa, todo de color negro. Entonces recordé, era la misma ropa que llevaba aquella chica de mis sueños u la que llevó la primera mensajera de la noche.
En otra vitrina cercana se encontraban las armas, se notaba que eran únicas, pues se veía el especial cuidado que habían recibido, allí se encontraba una daba y una espada, esta última tenía algo inscrito: “En Nombre de Luna, de la Noche, y del Espíritu del Viento”.
-          Aura, ¿qué significa esto?
-          Es el rezo a la guardiana Luna, la noche que gobierna y la fuerza del viento que mueve sus alas, es como si el espíritu de la guardiana se concentrase en el filo de esa espada. Esas armas han sido forjadas especialmente para ti en cuanto supimos que tu llegada estaba cerca. Ahora ponte tu túnica y tu equipo, a excepción de las armas y el sombrero claro, voy a presentarte a los otros cuatro.
Mi túnica era muy similar a la de Aura, solo que esta tenía la armadura de los hombros y el cinturón de color azul, una luna en la manga derecha, y en lugar de bolsitas enganchadas, poseía una especie de cuchillas, casi no se me veía la cara con la capucha puesta.
-          Vamos con los otros…

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