lunes, 13 de agosto de 2012

Un Mundo Sin Miedo (4)

Capítulo 4 (1/2)
Descubriendo la Historia sobre el Origen

 "Hace cientos de años, el mundo era un lugar pacifico, la gente no tenía preocupaciones, estaban viviendo una época llena de felicidad y armonía.
Desgraciadamente, esos tiempos no duraron demasiado, pues Arkano, señor del mal y las tinieblas, decidió darle fin a esa era de alegría y prosperidad, abriendo así una nueva etapa de terror y crueldad.
Arkano fue uno de los primeros seres que descubrieron la existencia de los guardianes y el inmenso poder que estos poseían.
Los guardianes, seres místicos, espíritus libres, siempre ligados y ocultos en la naturaleza y sus elementos.
Entre estos seres se encontraba Aura, guardiana de los vientos, era la más rápida de los seis guardianes y era a su vez, gran amiga de Luna; Aura poseía la forma de una hermosa águila. También estaba Sol, guardián del día y la luz, este, siempre presente como un zorro dorado, era e más sabio de los guardianes, además, sentía una especial compasión hacia la especie humana.
Otro de estos seres era Saltus, guardián de la naturaleza y los bosques, Saltus era un ser sigiloso y equilibrado, este estaba siempre oculto en cada bosque, en cada prado, en cada arbusto… Este guardián adoptaba la forma de un lobo plateado. También estaban Aestus, guardián del desierto y buen amigo de Sol, y Lacus, guardián del agua y las mareas. Aestus adoptaba la forma de un imponente toro, este guardián tenía un carácter más imparcial y estricto, pero aún así, en el fondo de su ser, tenía un corazón puro junto con un espíritu lleno de armonía y equilibrio. Mientras que por el otro lado estaba Lacus, poseedor de la forma de un gran dragón blanco, este tenía a Saltus como buen amigo de aventuras y gran guerrero en la batalla, era un ser lleno de alegría y
vitalidad, siempre con energías suficientes para comenzar una nueva aventura.
 Finalmente estaba Luna, guardiana de la noche y la oscuridad, esta era poseedora de la hermosa forma de un pegaso negro. Luna creó la noche y la oscuridad con la finalidad de poder darles cobijo a todos aquellos seres que estuviesen en peligro durante el día, un lugar donde no tener miedo; sin embargo, a diferencia de Sol que era y es alagado por todas las civilizaciones, debido a la interpretación que se tiene del día y la luz como símbolo de pureza y vida, Luna era relegada a una posición mucho más cruel, pues los humanos le dejaron a la noche y a la oscuridad un lugar en la historia repleto de maldad, brujerías, miedo e infiernos, pero a pesar de los grandes esfuerzos que la guardiana invertía para darles fin a esos mitos, todo acababa en un mero deseo sin cumplir. Pero aun así, jamás sintió ningún tipo de envidia hacia Sol, ni de odio hacia la humanidad. Sin embargo, desde que el ser humano rechazó de tal manera a la guardiana, esta comenzó ha convertirse en un ser mucho más solitario, pues veía como poco a poco, la noche y la oscuridad en miedo y desesperación, esto produjo que Luna, a pesar de ser un espíritu puro, comenzase a castigar con más severidad a todos aquellos que osasen perturbar la armonía de la noche, y por lo tanto romper la protección que la oscuridad ofrecía. Eran muchas las ocasiones en las que Aura intentaba hacerle más amenos esos momentos de tristeza y soledad a Luna, pero incluso ella sabía que esto solo llegaría a solucionarse cuando la decidiese por fin escoger a una mensajera, y así poder al fin, restablecer el equilibrio en la oscuridad y la noche.

Los mensajeros eran seres escogidos por los guardianes para propagar su mensaje por el Mundo y a su vez, poder proteger determinados elementos. Todos los guardianes habían elegido ya a su correspondiente mensajero, desde el imponente Aestus hasta el sereno Saltus, todos, a excepción de Luna, que todavía no había encontrado un espíritu lo suficientemente puro como para propagar el mensaje de la oscuridad, defender la protección que la noche ofrecía y expulsa al mal que en la misma habitaba.
Normalmente, los mensajeros eran seres sin un lugar determinado en el mundo, personas rechazadas por la sociedad, luchadores y con un carácter energético pero equilibrado.
Aunque a pesar de tener estas importantes cualidades, a Luna no le parecían suficientes como para acarrear la gran responsabilidad que la noche ofrecía. La guardiana buscaba a alguien verdaderamente diferente, alguien con fuerza de voluntad y fiel a sus sentimientos; alguien que no le tenga miedo a nada por defender lo que realmente quiere y, que sobre todo, que conozca lo que realmente es el miedo, para así poder enfrentarse a el y salir victoriosa.

Pero todo cambió un día en un pequeño pueblo de campesinos apartado del resto del mundo, en este humilde lugar habitaba una joven chica llamada Selene. Selene había sido criada casi toda su vida por sus tíos ya que sus padres habían fallecido cuando ella tan solo era una niña, debido a una gran guerra que todavía seguía presente en los corazones de la gente, miles de vidas terminadas con el filo de una espada en su cuerpo, miles de mujeres que no volverán a ver a sus maridos, ni a sus hijos ni a sus hermanos; todo por una espantosa guerra que había estallado veinte años atrás y que, todavía, no se le veía llegar a su fin.
A sus diecisiete años, Selene había vivido siempre en un mundo donde todos aquellos que le rodeaban hundían sus vidas en el miedo y el caos. Pero a pesar de todo, esta nunca se dejó dominar por ese miedo, ya que siempre supo que después de cada día tormentoso viene una hermosa noche estrellada. Aunque, lo que Selene no sabía, era que lo que estaba ocurriendo no era una simple guerra entre reinos, sino algo mucho mayor, una fuerza que ni ella podía comprender.

Pasaban las noches y el terror seguía apoderándose de la gente, Selene se veía sola en una mundo sin la felicidad que jamás llegó a conocer, desesperada por no encontrar a nadie que buscase una solución a las incesantes batallas que cada día se llevaban consigo cientos de vidas inocentes, solo le quedaban los suelos con los que disfrutaba cada noche. Pero lo que Selene desconocía era que, jamás estuvo sola, siempre estuvo vigilada y protegida por el corazón de la noche y el espíritu de la oscuridad, el alma de Luna.
Desde hacía ya un tiempo, aunque el resto de los guardianes no lo supiesen, Luna había estado observando a Selene, entrenándola desde sus más profundos sueños y poniendo siempre a prueba si espíritu de guerrera. La guardiana estaba totalmente decidida a convertir a aquella chica en su primera mensajera, tan importante era el destino que Luna le estaba preparando, que ni tan siquiera Aura era sabedora de el.

Una noche como otra cualquiera, Luna presintió algo que la inquietó, sabía que ese momento llegaría, pero no creyó que fuese a hacerse presente tan pronto, el momento en el que Arkano, el mismo al que Luna había condenado a vagar por los infiernos por osar apoderarse de los poderes de la guardiana para gobernar sobre el Mundo, ascendiese de nuevo a la Tierra con el fin de cumplir su sed de venganza.
Esta era una situación preocupante, Arkano no venía solo, su inmenso ejercito de monstruos y demonios le acompañaban a la batalla, pues no solo se vengaría de la guardiana, sino que también se apoderaría del poder y la oscuridad, sometiendo as su vez a todos los habitantes de la Tierra y con ellos, a los otros cinco guardianes.
Pero todavía había tiempo de evitar las cientos de muertes que Arkano tenía preparadas. Ya que este no podía irrumpir el la Tierra hasta el próximo eclipse solar, en el que su magia negra sería más poderosa que nunca. Aunque, lo que Arkano desconocía era que no iba a ser el único que conseguiría fuerzas con el eclipse, pues Luna también lo haría, además, esta poseía dos poderosas armas que Arkano desconocía. Una era que Luna era un ser milenario, lo que significaba que su control sobre la noche y la oscuridad había sido perfeccionado a lo largo de los siglos, hasta tal punto que nadie se atrevía a desafiarla, ni tan siquiera los otros guardianes. Pero la otra arma que la guardiana preparaba como golpe definitivo hacia Arkano, tenía a su mensajera, tenía a Selene.

Faltaba muy poco para la gran batalla, y el peligro podía sentirse incluso en el pueblo donde Selene habitaba. Aunque nadie se podía imaginar lo que iba a suceder, el pueblo estaba hundido en el miedo, hasta tal punto, que nadie se atrevía a abrir las ventanas, y mucho menos a salir de casa.
Pero una noche, alguien llamó a la casa de Selene, esta salió, pero no vio a nadie, tan solo pudo observar una senda de huellas de cascos que se adentraban en el bosque, no pudo resistir la curiosidad, y en cuanto se aseguró de que sus tíos dormían, decidió seguir el rastro.
Aquel rastro conducía a una zona del bosque que Selene no había visto antes, al principio tenía que guiarse por las huellas, pero poco a poco se podía observar como iba apareciendo un pequeño camino de piedra, parecía no haber sido transitado en muchos años, pues aparte de encontrarse es una zona del bosque que no había sido descubierta antes, ya que las piedras estaban casi todas partidas del agua y la maleza que había comenzado a prosperar hacía ya mucho tiempo. Cuanto más avanzaba más clara se hacía la senda pues parecía que por mucho tiempo que hubiese pasado, la maleza todavía no había destruido aquella parte del camino; pero hubo algo que le extrañó mucho a Selene, y era que, a pesar de caminar sobre una piedra de gran dureza, seguía habiendo huellas de aquellas herraduras, como si con cada paso que había dado aquel ser, hubiese fundido la piedra dando aquella forma de huella.
Después de mucho caminar, Selene halló un inmenso muro de piedra, que, a pesar de estar medio derruido, todavía podía contemplarse su misión de resguardar algo de gran esplendor, parecía ser en un pasado la muralla de gran un castillo. Intentó observar lo que había oculto tras el muro, pero este era demasiado alto como para poder verlo, así que no le quedó más remedio que buscar una zona suficientemente derruida como para poder adentrarse. Pasó un buen rato hasta que consiguió encontrar un hueco lo suficientemente amplio como para poder atravesarlo, no podía con los nervios y la emoción pensando en la cantidad de maravillas que podría encontrarse en aquel extraño lugar. Pero, para su sorpresa, lo único que se encontró fue una casita medio derruida en medio de aquel amplio lugar amurallado, aquella humilde vivienda parecía haber sido habitada en años, la madera que componía el techo y el suelo estaba siendo consumido por las humedades y las hierbas que por el abandono de los años, habían conseguido atravesarlos. Solo se podía ver lo que antes era un dormitorio y luego una habitación mucho más espaciosa donde había una tela vieja que hacía de alfombra y una pequilla chimenea que todavía contenía restos de cenizas, que a pesar de tiempo, el viento no había conseguido sacar.
Aquel lugar parecía haber albergado grandes momentos y hermosas historias, era como si cada olor de aquel sitio contase un recuerdo que antaño hubiese sido una realidad. Cuando Selene se dio cuenta, ya era media noche, nadie la estaría buscando y ella disfrutaba soñando en aquel lugar. De repente se dio cuenta que bajo la alfombra había como un pequeño bulto, la cogió por un lateral y la quitó bruscamente, levantando a su vez una gran polvareda contenida encima de la tela, allí encontró una pequeña trampilla que daba lugar a un camino subterráneo. El túnel era muy estrecho pero al menos había en las paredes unas enormes antorchas que parecían haberse encendido hacía poco tiempo, a pesar de que aquel lugar aparentaba no haberse pisado desde hace cientos de años. Al cabo de un buen rato caminando, Selene comenzó a escuchar como un enorme estruendo golpeaba el suelo al fondo del camino, era una cascada, y la luz de la Luna podía empezarse a contemplar, pero una vez llegó al final del túnel, Selene observó en el exterior algo que la maravilló. Aquello era algo que parecía haber sido sacado de un cuento de hadas. Esa zona parecía haber sido habitada tiempo atrás por un gran pueblo. A pesar de que las hermosas casitas de piedra estaban ya medio derruidas, podía contemplarse como aquel fue un lugar de gran esplendor. Todavía podían observarse trozos de algunos tenderetes que ocupaban gran parte de las calles de aquel lugar, un gran mercado en el que la gente pasaría gran parte de tiempo, con sus amigos, familiares… Era triste observar como un lugar que aún incluso en aquel momento desprendía frescura, había terminado por convertirse en aquel montón de ruinas. Selene estaba asombrada, pero cuando después de pasearse un rato por aquellas antiguas calles, pudo observar una edificación más grande de lo normal, cuando se acercó vio que aquello era como una especie de monasterio. Cuando entró en la estancia, solamente podía apreciarse los escalones y los de los muros que poseía en un tiempo atrás aquella edificación. Pero, al subir a la parte más alta de aquel sitio, lo que Selene pudo contemplar no lo había vista antes en ningún lugar. Era como un santuario, y en aquel lugar podían verse seis vidrieras por las que la luz pasaba. Estas contenían en cada una, una estampa distinta: un águila, un toro, un zorro, un lobo y en la quinta un dragón, pero la que más le llamó la atención a Selene, fue la sexta, en la cual aparecía un hermoso pegaso negro en la noche, dirigiendo la vista hacia la luna, era una estampa que le producía una inmensa emoción.
El sol comenzaba a salir y Selene tenía que volver a casa antes de que sus tíos la echasen en falta, pero justamente en ese instante Selene observó como un cristal brillaba bajo un telar oculto en una esquina de la habitación, cuando lo destapó quedó asombrada, allí había una especie de vitrina, la cual contenía una especie de maniquí con una blusa, unos pantalones , unas botas de montar, unos guantes, un sombrero vaquero y un pañuelo que tapaba la mitad inferior de la cara, y toda esta vestimenta de un único coloro negro. Pero lo que más le llamó la atención era la hermosa espada que allí se encontraba, junto con un arco plateado con sus flechas, era algo asombroso…"

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